Regalos de verdad

Se acercan unas fechas en las que tenemos la costumbre de hacer regalos, aunque estas navidades vas a ser muy diferentes a las hasta ahora vividas. El distanciamiento social al que estamos sometidos debido a la pandemia que padecemos no nos va a permitir disfrutar de nuestras familias como merecemos. Es verdad que muchas personas lo van a agradecer, eso de no juntarse con el “cuñao pesao” o la “suegra cotilla” va a resultar un alivio. Aunque, en general, vamos a sufrir por no poder estar cerca de nuestros seres queridos.

En estas fechas tan señaladas estamos habituados a entregar y recibir regalos. Esos regalos que, en muchas ocasiones y dependiendo de quien provengan, los abrimos buscando que tengan el ticket de compra para poder devolverlos cuanto antes. 

Al entregar nuestro regalo esperamos que la otra persona también nos regale y solemos comparar el regalo que entregamos con el que recibimos para ver si salimos ganando o perdiendo. Cuando entregamos un regalo material, casi siempre, tenemos la sensación de que salimos perdiendo y pensamos que la otra persona ha sido la beneficiada. 

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En ocasiones, esos trueques no son más que trapicheos para esconder nuestra culpabilidad, buscamos contentar a otra persona por no haberla atendido debidamente o no haber pasado más tiempo con ella. Buscamos que nos quieran un poco más y, en realidad, casi nunca damos un regalo sin esperar nada a cambio.

Los regalos verdaderos son los que no comportan una pérdida para el dador. No es lógico que alguien gane a costa de otra persona. Esos regalos se convierten en un préstamo con intereses que esperamos algún día saldar. Además, cuando recibimos un regalo muy valioso económicamente hablando, nos podemos sentir tan en deuda con la persona que nos lo entrega que, por no poder llegar a su altura correspondiéndole con un regalo más costoso, dejamos de regalar o incluso de ver a esa persona por vergüenza. De esta manera, la acción de dar se convierte en ocasiones en temor.

Existen otro tipo de regalos que se multiplican cuando se dan, es más, benefician tanto al dador como al receptor. No se trata de regalos muy costosos ni difíciles de encontrar, sino todo lo contrario. Son regalos que tenemos interiorizados la mayoría de las personas. Son regalos que se multiplican tanto cuando los entregamos como cuando los recibimos. Son regalos de verdad.

Esos regalos son los que generan un efecto contagio y se transmiten como un virus. Regalos que mejoran la salud de las personas tanto física como mental, que incrementan los niveles de felicidad, mejoran las relaciones sociales y familiares, que aumentan la autoestima, reducen el estrés, mejoran el sistema cardiovascular y equilibran la presión arterial. Regalos que te ayudan a mejorar el sistema inmunitario, que reducen la depresión e, incluso, retrasan la mortalidad.

Y te preguntarás… si tienen tantos beneficios, ¿por qué no los regalamos? 

Pues porque hemos decidido restarles valor en esta época tan convulsa que nos hace ir corriendo de arriba abajo sin parar. Nos inculcan por todos los medios que hay que consumir  para ser mejores, que hay que tener de todo lo mejor para ser más felices: el mejor coche, el mejor teléfono, la mejor ropa… donde  el término mejor lo hemos equiparado al concepto “más caro”. 

A estas alturas quizá hayas descubierto ya cuales son esos regalos, si no es así paso a relatar algunos de ellos, concretamente, siete con los que yo más comulgo:

  • La paz que transmites cuando llegas a un lugar en el que se te aprecia o cuando sientes que te encuentras bien contigo mismo, tranquilo y relajado a nivel interno.
  • La amabilidad para ayudar a los demás de corazón poniendo todo de tu parte para hacerle la vida mejor a otros y mostrándoles tu respeto.
  • La gratitud que demuestras a todas las personas y que te recuerdas todos los días por lo que tienes, por lo que haces y por lo que eres. 
  • La honestidad al interactuar con las personas, buscando decir siempre la verdad y no contando rumores o cotilleos a otras personas, con verdaderos sentimientos de justicia e integridad moral.
  • La amistad que manifiestas entregando tu tiempo a personas que quieres, y tu apoyo incondicional, con muestras de comprensión, afecto, paciencia y saber perdonar.
  • La solidaridad al compartir lo que tienes con quien no tiene, realizando un voluntariado o, simplemente, compartiendo tiempo, bienes o servicios, sin esperar nada a cambio.
  • Y, sobre todo, el amor que promulgas allá por donde vas, que transmites en cada acción que realizas, que muestras a tus seres queridos, que revelas con tu presencia y que estás dispuesto a exhibir por donde quiera que vayas. Ese sentimiento que te enriquece más que ningún otro y que te hace sacar lo mejor de ti mismo.

Estos son regalos que conoces de sobra, que tienes a tu alcance, que son auténticos porque cada persona los transmite de manera individual. Entregando estos regalos, te das cuenta de que aquello que te niegas a dar a otra persona, te lo estás negando a ti mismo.  

Estos regalos no dependen del dinero que tengas, ni del nivel de vida que lleves, ni siquiera de tu nivel intelectual, solo dependen de tu actitud. Por todo ello, mi propósito para estas navidades es hacer regalos de verdad.

Y tú… ¿qué vas a regalar estas navidades?

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Gerardo Romero
Gerardo Romero Pozo
Miembro de la Junta Directiva de Desata Tu Potencial

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